Sobre una zona verde se debe desarrollar un edificio que, sin embargo, no puede reducir la superficie ajardinada de partida. Se debe integrar en el entorno de manera que su volumen no desvirtúe el carácter abierto del emplazamiento, sin dejar de ser un elemento vertebrador del mismo.
Para conseguirlo, aparece un pequeño y sencillo volumen edificatorio que se adapta en planta a las trazas del espacio ajardinado (curvilíneas en los límites) y en altura a sus niveles topográficos (una planta), con cubierta plana y ajardinada a lo largo de toda su superficie (el edificio es también jardín) y que escoge como revestimiento exterior el que tenían los elementos de contención preexistentes (piedra).
Debe albergar un espacio recogido y acogedor acorde a su destino como sala de velatorio, por lo que desarrolla un esquema funcional basado en accesos diferenciados según usos y en estancias fácilmente reconocibles y utilizables. Piezas diáfanas que, a través de la forma, la luz o la vinculación con el exterior, persiguen crear distintos ambientes: la relación entre recintos, la iluminación cenital, los huecos exteriores, las directrices de los muros..., juegan su papel.